Hijos, o “perrhijos”

14, agosto 2022

+ FELIPE ARIZMENDI ESQUIVEL

Obispo Emérito de SCLC

MIRAR

Me llamó la atención este término de “perrhijos” que, en días pasados, utilizó un periodista de “El Sol de México”, para describir la situación de los nuevos “hijos”, que son las mascotas: “Otras generaciones crecieron pensando que su única vía de formar una familia era a través de los hijos. Pero mi generación y las más jóvenes te dicen con convicción: no queremos tenerlos. Cada vez más las familias se están formando con mascotas. Lo vemos con los millenials y centenials: son generaciones que están teniendo menos hijos, que están decidiendo por vía propia no tener hijos, o que los están postergando. Las mascotas entran en parte a llenar ese vacío. Es una población (las mascotas) que tuvo un boom durante la pandemia; la gente sola en casa necesitaba compañía. Aumentó la industria asociada en gastos por veterinario, seguros, cuidado y hasta servicios funerarios. El mercado de mascotas es enorme”.

Hace tres años, un diario español reseñaba lo que está pasando en ese país: “Este país envejecido tiene cada vez más ancianos, menos niños y más perros. Cada vez más personas viven solas y se acompañan de un ‘amigo’ de cuatro patas para hacer frente a ese desamparo”.

En efecto, cada día aumentan quienes no quieren casarse, para no tener obligaciones ni perder su “libertad”; y si se casan al menos por la ley civil, no quieren hijos, o los retrasan lo más posible, en edades de 35 a 40 años, con peligros obvios para la gestación. Muchos de nosotros procedemos de familias más o menos numerosas; pero de esas familias ya no hay, ni siquiera en nuestra propia parentela. Muchas jóvenes, en un anhelo legítimo de superarse, estudiar, trabajar e independizarse económicamente, ven en la maternidad un obstáculo para sus planes, pues tener uno o más hijos genera dependencias para su atención. Muchas mujeres no quieren tener este tipo de “cargas”, pues cuidar al hijo impide ir a muchas fiestas y andar de vacaciones por todas partes. Pero cuando uno da la vida para que otros tengan vida, la vida se goza en mayor plenitud, pues no hay mayor felicidad que hacer que otros sean felices, como ser verdaderos padres y madres, física o espiritualmente. Yo decidí no casarme y no tener hijos, no por egoísmo y comodidad, sino para entregar todas mis energías a Dios y al Pueblo de Dios. Esto exige sacrificios y renuncias, pero asumiendo esto por amor y libremente, nos hace fecundos, plenamente realizados y no unos seres frustrados y en amarga soledad. Se aprecian las mascotas, pero no son una compensación.

DISCERNIR

Al respecto, ha dicho el Papa Francisco: “Muchas parejas no tienen hijos porque no quieren, o tienen solamente uno porque no quieren otros; pero tienen dos perros, dos gatos… Sí, perros y gatos ocupan el lugar de los hijos. Y este hecho de renegar de la paternidad y la maternidad nos rebaja, nos quita humanidad. Así la civilización se vuelve más vieja y sin humanidad, porque se pierde la riqueza de la paternidad y de la maternidad. La paternidad y la maternidad es la plenitud de la vida de una persona. Piensen en esto”.

ACTUAR

Quienes procedemos de familias más o menos numerosas, valoremos lo que eso significa y animemos a las nuevas generaciones a ser generosas en engendrar nuevas vidas, eso sí, con gran responsabilidad de conciencia, y que no sean egoístas pensando sólo en los bienes materiales, porque pueden llegar a compensar las carencias afectivas de una familia con el exceso en el apego a mascotas. Nada se compara a unos hijos, cuando se desgasta la propia vida en su educación integral.