Las horas libres esperando la fiesta

18, diciembre 2022

Constanza García Gentil

A raíz de la naturaleza cíclica y cronológica de la mentalidad humana, celebrar la culminación de un ciclo suele ser motivo para celebración o reconocimiento. Pensémoslo bien: cumpleaños, año nuevo, graduaciones, fiestas de fin de año, aniversario, etc.

Celebrar la culminación de un ciclo tiene un elemento de rito de pasaje para quiénes lo terminan pero también para quienes han acompañado a la persona que lo hace. Parece que todos nos regocijamos en poder llegar al final de la meta (o ver a alguien que amamos poder hacerlo).

Pero, ¿qué hay de aquellas ocasiones en las que seguimos intentando y todavía no podemos llegar a la meta? ¿Qué hay de aquellos caminos que han probado ser más largos de lo que esperábamos y todavía no terminamos de recorrerlos? ¿O aquellos que han sido más duros o complejos de lo que creímos?

No hablo de las personas que se quedaron en el intento o las que desistieron a medio camino. Realmente hablo de quienes no pueden celebrar porque nuestra cultura indica que todavía no es momento; porque la norma dice que todavía no estamos “ahí”. Pero que seguimos intentando a pesar de ello.

Con lo compleja que se ha vuelto la vida a mayor y menor escala, desde seguir atestiguando conflictos que esperábamos que a estas alturas ya hubieran terminado (como el COVID-19, la guerra en Ucrania y la inflación), y hasta sentir los efectos que estos y otros fenómenos han dejado en nuestra vida diaria, simplemente hay algunas metas que han tomado más tiempo para ser alcanzadas de lo que algún momento imaginamos. Los motivos pueden ser distintos, pero la realidad es que muchos de nosotros seguimos luchando por algo.

Y en un mundo fanático de las culminaciones, las fiestas de despedida, de graduación y de fin de año, es importante crear un espacio para reconocer las metas aún no cumplidas, aquellas en las que hemos encontrado tanto crecimiento en el camino hacia cumplirlas (y a veces incluso un nuevo camino). Cada vez entiendo más que el éxito y la realización no siempre son lineales, y que el cambiar de opinión o de dirección en el camino son también formas de éxito, no porque necesariamente signifiquen una culminación sino porque son claros resultados del crecimiento, de ver la vida y nuestras decisiones desde un lugar de mayor claridad.

Creo que el mundo está cambiando cada vez más rápido. Que en muchos aspectos se vuelve cada vez más difícil vivir en él y que cambiar de opinión sobre algún asunto, seguir intentando o volver a empezar son un privilegio que a veces nos cuesta trabajo reconocer. Es por eso que no solo hay que dejar de ver únicamente las culminaciones como momentos dignos de ser registrados, sino que vale la pena comenzar a acostumbrarnos a “ritualizar” las pequeñas victorias, los pasos indispensables que construyen el camino que, eventualmente, nos llevará a la meta (sin que necesariamente sepamos en qué momento sea). Se trata de entender que todos estos pasos son igual de importantes y deberían de ser reconocidos como tal, para así realzar el valor del camino recorrido en cada momento. En simples palabras, para valorar el camino de la misma manera que valoramos la meta; independientemente de cuándo -y si- llegamos.

Si viéramos la vida en proporciones, veríamos que el camino y sus curvas ocupan mucho más tiempo a comparación de las celebraciones y culminaciones. Sería una pena perdernos de la mayor parte de nuestra vida porque no le dimos la relevancia suficiente mientras sucedía, esperando el siguiente momento “digno” de celebración en turno.

Twitter: @cons_gentil