Los recuerdos de cada año nuevo

17, diciembre 2022

Faltan dos semanas y algunas horas para que haga su aparición el año 2023. Será un año con los 4 dígitos diferentes desde 1987, porque desde 1988 y hasta 2012 todos tuvieron repetición de uno o varios números; en este caso, desde 2020 y hasta 2031 será lo mismo, repetición de un número

Hablando de los inicios de año, conservo aún los recortes de la información que se produjo cuando hubo un reconocimiento generalizado de que la humanidad había completado otra etapa de 2000 años en su larga, penosa y esperanzada vida.

Las imágenes de la prensa mostraban millones de brazos que se alzaban al sol saludando el nuevo día y al nuevo milenio. Las crónicas hacían hincapié en las manifestaciones de alegría y los rituales de culturas antiguas cumplían la renovada expresión de reverencia en los vestigios arqueológicos situados en puntos distantes del planeta.

Algún periódico mencionaba que los cinco continentes habían llegado al año 2000 sin desbordamientos y sin que el problema informativo del “Y2K” estropeara el ambiente festivo. También subrayaba que la medianoche del 31 de diciembre de 1999, en el espacio aéreo solamente los fuegos artificiales iluminaban la oscura noche que quedaba atrás definitivamente. La música de todos los tiempos servía de fondo propicio para que estallara el optimismo y los buenos deseos para todos.

Recuerdo que el posible colapso del “Y2K” preocupaba a todo el mundo. Este temor generó gastos por más de seis mil millones de dólares, equivalente al costo de la segunda guerra mundial. Ese fin del año 1999, más allá de las negras profecías, las nubes amenazantes del Popocatépetl constituían un velado presagio que mantuvo alerta el ánimo de los mexicanos.

Han pasado ya 22 largos y penosos años, que han sido como aquellos siete años de vacas flacas que le pronosticara al faraón egipcio un judío recluido en una mazmorra. Solamente que en este caso, y para México fue un docenato trágico. Hoy que nos encontramos a finales del año 2022, no solo leo y veo a diario sobre las ejecuciones en todas las entidades del país; hoy me entero de cuerpos sin cabeza, sin manos, sin dedos, signos inequívocos de los mensajes que la delincuencia perfectamente organizada envía a quienes traicionan sus viles acciones y dejan de cumplir con sus órdenes. Parece ser que conforme avanza el siglo así nos emparejamos con lo más vil y deleznable que hay en el ser humano: ese ingobernable sentimiento de ser el lobo del hombre.

Y veo que nuestro país entró en un torbellino de inseguridad física y patrimonial, de desequilibrios económicos, de incremento de la pobreza, de altísimos sentimientos de desconfianza, de corrupción junto con su compañera inseparable la impunidad, de desinterés por el prójimo, y del gran cinismo de los gobernantes para pretender tapar el sol con el meñique. Y aunado a ello, todo lo que ya se ha pronosticado y predicho para los inicios del siguiente año, que ya no se llama “cuesta de enero, sino de enero, febrero, marzo y abril”.

No cabe duda que cuando llegó el año 2000, todas las campanas anunciaron la buena nueva. Hoy esperamos que los gobernantes repiquen para que se nos grabe en la memoria que un horizonte ancho y luminoso de vida plena nos espera cuando abordemos el primer minuto de un nuevo año. Aún hay una lucecita que se ve al fondo del túnel; aun hay sensatez en la mente de los mexicanos. No olvidemos que somos una raza especial hechos para resistir y avanzar. Así lo han cantado poetas e historiadores.

 

Fundador de Notimex
Premio Nacional de Periodismo
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