FLOR YÁÑEZ
Ruth Bader Ginsburg fue una de las nueve mujeres que, en 1954, ingresó a la escuela de leyes en Harvard. Décadas después, fue nombrada jueza de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos.
Aunque graduada con honores, fue discriminada por ser mujer para unirse a firmas de abogados.
En 1972 junto con su esposo, llevó el caso de un hombre soltero que cuidó a su madre enferma en casa (labor protegida por ley sólo para mujeres) y por ello, le fue negado deducir impuestos; fue acusado de fraude fiscal. En el debate ante la Suprema Corte de Justicia, Ruth tomó el mismo argumento utilizado por el gobierno, que la acusaba de acabar con el orden natural y el rol tradicional que hombres y mujeres llevaban para inducir un Radical Social
Change, “cambio social radical”. “No estoy solicitando permiso para que el país cambie, eso sucede sin permiso del gobierno y de sus leyes; lo que solicito, es que ́”se proteja el derecho del país a cambiar” ́.
El cambio social involucra un movimiento en las estructuras sociales en relación con sus normas, valores y formas de gobierno, que modifica los valores, ideologías y conductas tradicionales.
Para construir leyes, es necesario comprender las condiciones sociales actuales e involucrar al derecho, sacándolo de la realidad autónoma en la que permanece.
Después de las revoluciones, llegan los cambios constitucionales.
El derecho debe asistir al cambio social, no a la inversa.
Más allá de estudiar derecho desde un enfoque teórico-normativo, debe hacerse a la par con un enfoque sociológico-jurídico. No porque se prohíba el aborto, incluso se penalice en la ley, significa que la gente lo dejará de hacer.
Lo mismo con el matrimonio homosexual. El derecho no corresponde a la realidad.
Los cambios sociales producen antagonismos, pues es difícil aceptar comportamientos y actitudes diversas a las tradicionalmente conocidas. Los cambios suceden a la velocidad de la luz sin pedir permiso y terminan imponiéndose eventualmente.
Hace unos días, una diputada plurinominal transexual de Morena, (llegó a la cámara por cuota de diversidad sexual), publicó un video en Twitter teniendo sexo oral con su pareja o cliente, como ella lo llama.
Comenta que es prostituta “yo no hago pornografía, me pagan por hacerla” y exigió apoyo para regular el trabajo sexual y acceder derechos sociales como cualquier otra persona en su profesión.
Los y las legisladoras conservadoras la criticaron, se le estigmatizó e incluso se burlaron de ella.
Independientemente de las sanciones en las que pudiera incurrir por violar el Código de Ética de la AdministraciónPúblicaFederaldelaSFP, pusosobrela mesa el tema del trabajo sexual y transexual y su regulación.
El tema es complejo y polémico, como lo fue el de la igualdad de género en 1972 con Ruth Ginsbug.
Hace unas décadas, no sólo era impensable que una mujer estuviera en un cárgo público como en el senado o cámara de diputados, menos que una mujer transexual obtuviera un puesto y ahora, se tocan temas más profundos como el respeto a la profesión sexual.
Nuevamente son tiempos de cambios sociales radicales, y en unos años habrá más.
El derecho se está quedando a atrás como elemento conservador y es tiempo de convertirse en instrumento de cambio para dar orden a la realidad.
El trabajo sexual es un tema, pero hay muchos otros más que es necesario abordar para ser congruentes con el “Radical Social Change”.
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