Telarañas digitales / Extimidad, necesidad irreductible de la red

En la era de las redes sociales, dramas y chismes se han vuelto protagonistas, transformando lo privado en público



A Horacio Franco con mi gratitud infinita. Intérprete   excepcional y amigo  entrañable.

Los dramas y chismes en la era de las redes sociales se han convertido en el protagonista desde donde se ejerce toda comparación. La oleada de memes crece de manera viral y es interesante analizar cómo hemos transformado las relaciones privadas en públicas, respondiendo al impulso de generar interacciones, vistas y popularidad. Los desconocidos comentan, crean, repostean, y se vuelven ellos mismos personajes centrales de dramas ajenos que motivan el debate y encienden la discordia.

Esta semana se volvió viral el caso de un cantante de música regional que, por tercera ocasión en poco tiempo, está envuelto en un drama pasional, un cambio de pareja y una exposición autopromovida en redes sociales; afectando con esto no sólo su propia imagen, sino también la de las parejas y exparejas involucradas. No voy a desperdiciar tiempo abonando a la discusión sobre su responsabilidad afectiva, las reacciones misóginas de la red y demás temas asociados al drama, que seguramente han sido ampliamente tratados en los medios. Sin embargo, este acontecimiento tan curioso nos puede ayudar a comprender un poco mejor el concepto de extimidad.

La extimidad como concepto fue introducida por el psicoanalista francés Jacques Lacan, combinando los términos “externo” e “intimidad” en el contexto de la teoría psicoanalítica, donde se explica cómo diversos aspectos de la identidad y la subjetividad se proyectan y se ligan estructuralmente con elementos externos de la cultura y en relación con la colectividad. Lo interno, en este sentido, se encuentra también en el exterior de manera simbólica, o proyectado en el entorno y en el otro, de tal suerte que aquello que se ha construido como el espacio de lo privado, es decir, la intimidad, “lo oculto”, adquiere relevancia mediante la exposición pública y la interacción.

La extimidad es al mismo tiempo la razón de ser y el dilema de las redes sociales. La principal función de las redes ha sido exponer ante el público aspectos de la vida que anteriormente se consideraban única y exclusivamente del ámbito privado. Esto no sólo tiene que ver con las relaciones familiares y de pareja que motivan los encabezados y los memes, sino con temas tan simples como lo que se come, los lugares que se visitan en un día de descanso, los sentimientos y la moral tradicional.

Personajes como los de los escándalos de la semana ha habido siempre, pero siempre se trataba de figuras públicas, políticos o gente asociada al medio del espectáculo, como este sujeto, que despertaban la curiosidad de las audiencias y eran seguidos por los medios de comunicación. Pero a diferencia de este caso, en las redes sociales no sólo nos enteramos de la vida de los cantantes famosos, sino también de personas comunes, como nosotros, o quizá somos nosotros mismos quienes compartimos todos los aspectos de nuestra vida en la red y damos a conocer al público asuntos clave de nuestra vida privada.

No es que esto sea bueno o malo per se, simplemente es así. La tendencia es compartir todo lo que se hace en la red, buscar la mejor fotografía o el mejor video, se piensa de forma premeditada en la aceptación pública y vivir el momento es en la mayoría de los casos algo que se deja en segundo plano. Los conciertos ya no se disfrutan, se graban; los museos son “Instagrameables” o no; e incluso las citas románticas no lo son sino hasta que han llegado a la red.

Lo curioso es que estos actos no son los únicos. La gente recurre a la red para exponer su vida personal, sus problemas de pareja, se graba llorando o hace públicos procesos de enfermedad, rupturas y divorcios, crecimiento y educación de los hijos, matrimonios, visitas, cambios de imagen a corto y largo plazo, problemas familiares y un sinfín de situaciones que anteriormente se consideraban exclusivas del ámbito privado, al menos en algunos aspectos. Y es que en nuestra era las redes obligan a la publicación, pues el estímulo de la aceptación o reprobación social se considera fundamental y se mide, claro está, en reacciones y comentarios.

El peligro de la extimidad, como puede inferirse, está en inclinar la balanza de lo íntimo y auténtico a lo superficial y público. Las conexiones, las relaciones y las decisiones serán influenciadas por la aprobación social y por el entretenimiento que implican, y se abandonarán en búsqueda de nuevas maneras de generar aprobación y exposición. Un exceso de extimidad puede ser perjudicial también para el individuo, pues sacrifica su identidad en función de la imagen exterior, abandonando la posibilidad de la libertad que implica lo privado.