“¿Y?”

26, marzo 2022

La respuesta del secretario de Hacienda y Crédito Público resume lo que ha sido y es el gobierno de la presunta cuarta transformación.

La violación de la ley del Banco de México (Banxico) que reconoció ayer Andrés Manuel López Obrador haber cometido al adelantar la decisión de aumentar la tasa de interés interbancaria a un día en 50 puntos base para quedar en 6.5 por ciento, no es nada grave.

Cuando menos no para el secretario de Hacienda ni para el Presidente.

Porque esa arrogancia de Rogelio Ramírez de la O es sólo una muestra de cómo operan y cómo se manejan en este gobierno.

¡Ah!, y aseguró que no renunciará.

Claro.

Si no lo hizo Alejandro Gertz Manero pese a conocerse los cuatro audios de la llamada telefónica con su subordinado Juan Ramos López en la que alardea sobre un arreglo con el ministro de la Suprema corte de Justicia de la Nación (SCJN), Alberto Pérez Dayán, para dejar en prisión a su sobrina política, Alejandra Cuevas Morán, hija de su ex cuñada, Laura Morán Servín, ¿qué se puede esperar?

En ambos casos, absolutamente graves, López Obrador ha desviado la atención y culpado a los conservadores y a sus adversarios de pretender afectar su imagen y la de su gobierno.

La respuesta de Ramírez de la O es el clásico:

-Sí, ¿y qué?

Así de grave, así de grosero, de burdo.

El secretario de Hacienda y el subsecretario -en este caso Gabriel Yorio González- son los únicos dos personajes ajenos a la Junta de Gobierno del Banxico que asisten a sus reuniones.

Pero no tienen voz ni voto.

Era evidente desde el jueves, cuando estalló el escándalo que pudo costar miles de millones de dólares por la reacción de los mercados, que uno de los dos había sido el soplón.

El oreja.

Y la lógica señalaba a Ramírez de la O, porque es el que tiene contacto directo con López Obrador.

En la mañanera de ayer desde Morelos, donde respaldó al fracasado gobernador ex futbolista del América, Cuauhtémoc Blanco, el mero preciso minimizó la violación de la ley del Banxico y -¡adivinó!- culpó a sus adversarios de magnificar el hecho.

Y con su clásico choro mareador, echó la bolita a los gobiernos de antes, a los tecnócratas corruptos que hicieron un escándalo, cuando sólo fue un error, porque, dice, creyó que ya se había publicado, dado a conocer.

López Obrador dice que la diferencia es que ahora sí se dicen las cosas.

 

Transformar para no transformar

En la cuarta transformación, todo se ha transformado para no transformarse.

En política se dice que si quieres que todo siga como está, es necesario que cambie.

Gatopardismo, le llaman los exquisitos.

Así están los integrantes de Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y el gobierno que de ahí se ha nutrido.

Diputados y senadores, por ejemplo, tirados al piso para quedar bien con el presidente.

Para trazar su ruta.

Para asegurar su futuro.

Igualito que en los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido Acción Nacional (PAN).

Porque Andrés Manuel ha dicho que nadie debe pensar en un cargo público para enriquecerse, como antes, o en el poder por el poder.

Pero no ha sido así.

Todos aspiran a un cargo para, de ahí, brincar a otro y a otro.

Vivir fuera del presupuesto es un error.

Cuando candidato, por ejemplo, López Obrador dijo que en cuanto ganara la elección de 2018 y fuese presidente de México, el Ejército, autor de masacres, decía, volvería a los cuarteles.

Falso.

Lejos de cumplirlo, le dio más tareas.

Más trabajo.

Y más poder.

El Ejército controla todo.

Construye un aeropuerto, un tren, autopistas, escuelas, cuarteles de la Guardia Nacional y cientos de sucursales bancarias estatales.

Es el Ejército milusos.

 

Vámonos:

La señora de las tlayudas -doraditas, dicen los expertos en papa- ahora va del aeropuerto Felipe Ángeles a Los Pinos.

Pinoles, para la banda.

Ahí donde Andrés Manuel no quiso vivir.

Sólo distractores.

Que le den un local, si tanto la apoyan y defienden, en el AICM.

 

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